Lagunilla mi Barrio
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“Lagunilla mi Barrio”: Una Joya Chilanga que Nunca Pasa de Moda

Chale, banda, ¿a poco no han visto Lagunilla, mi Barrio? Si no, no se digan chilangos, porque esta película es un verdadero clásico de barrio, mero mole de quienes sabemos cómo late el corazón de la Ciudad de México.

Lagunilla mi Barrio, protagonizada por el grandioso don Manolo Fábregas y la bellísima Lucha Villa, esta joyita del cine nacional salió allá por los años 80 y nos dejó un legado chido de risas, drama y un montonal de frases memorables. Aquí no sólo se cuenta la historia de amor y desamor, sino que se hace un homenaje a la vida cotidiana en uno de los lugares más emblemáticos de la CDMX: la Lagunilla mi Barrio.

Lagunilla mi Barrio

Lagunilla mi Barrio: La trama que engancha

Imagínense esto: una mezcla de cumbia, changarritos y personajes bien pintorescos que le dan vida al mercado de la Lagunilla, ese donde encuentras de todo, desde ropa bien fufurufa hasta antigüedades de dudosa procedencia. La peli nos cuenta la historia de dos mundos que chocan: el del barrio bravo y el de los fresas. Aquí nadie se salva de los chismes, las broncas, ni de enamorarse.

Don Abel, el empleado en una tienda de antiguedades, es un tipo chambeador y de buen corazón, pero no le falta su dosis de humor negro. Mientras tanto, Doña Lancha (interpretada por Lucha Villa) es la mujer que viene a cambiarle la vida y, de paso, a ponerle sabor al caldo a la Lagunilla mi Barrio.


Sinopsis de Lagunilla, mi Barrio

Éntrale a esta joya del cine mexicano que nos lleva al mero corazón del barrio de La Lagunilla, donde el drama, el amor y las risas están a la orden del día. Aquí seguimos la historia de Don Abel (Manolo Fábregas), un chavorruco entrado en años, bien chambeador que, al quedarse sin jale, decide mudarse al barrio más chilango de la CDMX.

Amor con sabor a torta de chile

Desde su primer día en La Lagunilla, Don Abel se deja caer en la tortería «La Lancha de Oro», atendida por María, mejor conocida como Doña Lancha (Lucha Villa), una mujer de carácter fuerte pero con corazón de oro. Apenas lo ve entrar, Doña Lancha siente el flechazo, pero en vez de decirle algo bonito, le arma la bromita de su vida y le prepara una torta con un chorro de chile. Don Abel, todo sofocado, no se la puede comer y así arranca esta relación de “amor/odio” que va subiendo de nivel entre miraditas y palabras cruzadas.

Amistades que rifan

Por el barrio, Don Abel se hace compa de «El Pistón» (Manuel «Flaco» Ibáñez), un valedor de esos que nunca te dejan abajo. Gracias a él, Don Abel encuentra un localito para su negocio de antigüedades y un depa chiquito pero coqueto. Mientras tanto, Doña Lancha anda lidiando con los problemas de su hija Rita (Leticia Perdigón), quien está bien clavada con «El Tirantes» (Héctor Suárez), un vendedor de ropa medio gandalla que sólo busca sacar provecho de ella.

Broncas familiares y decisiones valientes

La relación entre Don Abel y Doña Lancha se va haciendo más seria, pero cuando Abel la lleva a conocer a su familia, las cosas se ponen feas. Sus hijos, bien fresas, la desprecian por ser del barrio. Don Abel, indignado, los manda a volar y le demuestra a Doña Lancha que ella es lo más importante. Este gesto sella su amor, y juntos deciden casarse.

Dramas de barrio y redención

El Tirantes, en su papel de gandalla, le juega sucio a Rita y la deja embarazada. Don Abel, como todo un caballero, lo encara y le da una cátedra de lo que significa ser un hombre de verdad. Por si fuera poco, aparece Braulio, un examante de Doña Lancha, queriéndola recuperar a la fuerza. Pero el barrio es bravo, y entre Don Abel y El Pistón, le dan su merecido.

Las cosas se complican más cuando Don Abel cae al bote por culpa de los objetos robados que le vendió El Tirantes. Pero aquí entra el barrio al quite, apoyándolo con todo. El Tirantes, tocado por la nobleza de Abel, se entrega a la justicia y promete cambiar su vida para estar con Rita y su hijo.

Un final lleno de amor y esperanza

La historia cierra con una boda doble bien chida y emotiva: Don Abel y Doña Lancha celebran su amor, mientras Rita y El Tirantes se dan una segunda oportunidad. Entre risas, música y puro ambiente chilango, Lagunilla, mi Barrio nos recuerda que, con el corazón y los valores por delante, hasta las historias más difíciles pueden tener un final feliz.


Frases pa’ la posteridad

  • «¿Cómo la ves desde ahí, valedor?»
  • «En este barrio hasta las piedras hablan, mano.»
  • «¡Échale ganitas, no te me rajes!»

Estas frases, puro oro chilango, se volvieron parte del léxico del barrio. Si las sueltas en cualquier esquina, seguro alguien te responde con otra línea de la película.

El verdadero protagonista: el barrio

Lo chido de esta peli es cómo refleja la vibra de la Lagunilla, un lugar donde se respira el alma chilanga. La peli no solo es entretenimiento, es como mirar por una ventanita al México que vive, siente y lucha diario.

Los carritos de tamales, los gritos de los vendedores, el vecino chismoso que nunca falta… todo está ahí. Es un recordatorio de que, aunque la ciudad cambia, hay cosas que permanecen, como el calor humano y la solidaridad entre compas.

¿Por qué sigue siendo tan popular?

Pues porque no importa cuánto tiempo pase, Lagunilla, mi Barrio nos sigue recordando de dónde venimos. Es de esas pelis que, aunque la hayas visto mil veces, siempre te sacan una risa o un suspiro.

Y ya si te quieres rifar como el más chido de la cuadra, arma una noche de cine con la banda y vuélvanla a ver. Preparen los chelitas y las quesadillas (sí, con queso, pa’ que no haya pleitos), y déjense llevar por esta joyita que nunca pierde su magia.

Reparto Principal

Lagunilla, mi barrio es una película mexicana de 1981 protagonizada por Manolo Fábregas y Lucha Villa, dirigida por Raúl Araiza.


¿Te late así, amorcito, o le echamos más crema a los tacos? 😊

Recordando a #Lagunilla mi barrio en lagunilla.digital, por jni.ai.

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